miércoles, 13 de junio de 2012

IV COLABORACIÓN EXTERNA

“DE NUEVO DESDE EL OTRO DESPACHO”

TRES CITAS CLÁSICAS Y UNA VERDAD DE JUSTICIA

“La mujer del César no solo debe ser honrada, sino parecerlo”. La famosa cita cuya autoría se atribuye a Plutarco, tiene su explicación en que, por la posición que ocupaban las mujeres de los césares, estaban obligadas a mantener las formas, para evitar cualquier tipo de comentario mal intencio...nado, por parte de sus pares y aún por parte del pueblo. No vaya a creerse que todas atendieron estas razones, ya que hubo casos como el de Mesalina, la mujer del emperador Claudio, que era y parecía, pero no honrada precisamente.
En la actualidad, y como consecuencia de la evolución semántica de la expresión, es usada para significar la importancia de las formas, de la apariencia de las cosas, lo que no implica restar un ápice de relevancia a la sustancia, sino que trata de resaltar la forma hasta equipararla –o acercarla a- con la misma, queriendo hacer ver que las cosas debe ser y parecer lo que son. Y en el campo de la apariencia cobra especial importancia el nombre de las cosas, dado que, en no pocas ocasiones, la denominación que se da a algo termina por incidir en la percepción que de ese algo tenemos las personas.
“La Palabra crea”. Se trata de una expresión frecuentemente usada por los exégetas de las Sagradas Escrituras para expresar que todo el razonamiento humano, nuestra manera de acercarnos y enfocar la realidad, está apoyado inequívocamente en la palabra, en el contenido que le asignamos, en la carga semántica que le otorgamos. También sucede que el significado de las palabras no es permanente, va evolucionando a lo largo de la historia, bien por el uso, o bien por manipulaciones más o menos intencionadas. La evolución semántica de un término es tan natural como el lenguaje mismo.

“Las cosas son lo que son y no lo que las partes dicen que son”.
Se trata del principio de irrelevancia del nomen iuris también denominado principio de “primacía de la realidad”, extensamente estudiado en distintos ámbitos del derecho y reiteradamente reconocido por la jurisprudencia.

En torno a las tres citas expuestas quisiera exponer mi reivindicación en favor del cambio de nombre del ahora llamado “Cuerpo de Secretarios Judiciales”, denominación que responde a una época en la que los Juzgados y Tribunales tenían asignadas sus correspondientes “Secretarías”, y que a la vista de la evolución experimentada por dicho Cuerpo, tanto en relación a las funciones que actualmente desempeña, como respecto de la sociedad y medios en que ahora se desenvuelve, y más aun si cabe en vista de la reciente y profunda reforma de la conocida como Oficina Judicial, ha quedado francamente obsoleta. Teniendo en cuenta que las cosas no solamente deben ser, sino parecer lo que son, y que el nombre que se les da es parte fundamental de la apariencia, llamar “Secretario” al fedatario público judicial y Director Técnico-Procesal de la Oficina judicial, es tanto como ser, pero no parecer.

En segundo término, y sin perjuicio de lo anterior, convendría resaltar que el cambio de noumen del Cuerpo citado no va a modificar su esencia, puesto que como ya ha quedado expuesto, las cosas con lo que son, y no lo que las personas decimos que son. Es decir, los ahora llamados “Secretarios Judiciales” son parte de un Cuerpo Superior Jurídico único de carácter nacional, vénse obligados a superar unas durísimas oposiciones para ingresar en el mismo, pertenecen al selecto Grupo A, dirigen al personal de la Oficina Judicial y ejercen la fe pública judicial, amén de desempeñar otras muchas y relevantes funciones en ámbitos como los actos de comunicación, documentación, custodia, llevanza de Registros y asunción de amplias responsabilidades que no van a verse mermadas por el hecho de que se llamen de una u otra forma.

Siendo ello así, empero, sería de justicia acomodar la evolución experimentada por el Cuerpo desde el famoso Decreto de 1911 hasta nuestros días, para asignarle un nombre que se adecúe más a las actuales circunstancias que envuelven a esta pieza fundamental de la Justicia Española.
Solo sea porque la Mujer del César parezca honrada, la Palabra siga creando y por que las cosas sigan siendo lo que son, y las partes no digamos lo que no son.

Ramón Artacho Melero, Juez

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